A un chico al que todos llamaban Sito le gusta mucho leer libros y un día decide escribirlos. Pero Sito no encontró el tiempo suficiente para escribir, porque tenía muchas cosas que hacer, entre deberes, castigos y otras tareas.
Pasaron los años y Sito se cambió el nombre a Prudencio Pérez. Consiguió un trabajo de contable. Pero, un día, se acordó de escribir y dejó su trabajo. Montó un negocio en el parque: vender barquillos a los niños y estos podían elegir entre los barquillos o un cuento. Empezó a darse cuenta de que la barquillera le estaba jugando una mala pasada (tenía pesadillas sobre ella), y decidió colgarla de la pared. En el parque solo contaría cuentos.
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